El frío ya está aquí.
Con el otoño llega el cambio de temperaturas. Hemos dejado atrás el buen tiempo para dar paso al frío invierno. Y con este cambio llegan algunas temidos resfriados y enfermedades. Por muy cuidadosos y sanos que seamos, hay veces que no podemos evitarlas. Pero que mal lo pasamos los padres cuando vemos a nuestros peques malitos. Esa sensación es la que nos hace asustarnos cuando vemos que tiene un poco de fiebre.
¿Qué es la fiebre?
La fiebre es el aumento de la temperatura corporal que supera los 37,5ºC. Por sí sola pocas veces se considera perjudicial. Podemos incluso considerarla como una señal positiva, es un mecanismo de defensa del organismo contra las infecciones.
Como dicen en la Asociación Española de Pediatría: ¡No es un enemigo, sino un aliado!
La fiebre simplemente es un síntoma muy común en los niños. Cuando a un niño le sube la temperatura significa que algo no está bien, pero que su cuerpo se está defendiendo.
No tenemos por qué correr al pediatra o hacia urgencias porque tenga unas pocas décimas de fiebre. Es importante conocer el estado de nuestro hijo y acudir cuando pensemos que sale del estado normal: como que supere los 40ºC, que dure más de 2 o 3 días, que muestre dificultad respiratoria, que el bebé tenga menos de 3 meses…
¿Cómo medir la fiebre infantil?
Para poder saber si nuestro hijo tiene o no fiebre y ver cómo evoluciona, debemos tomar su temperatura con un termómetro de forma rápida y precisa. Hay varias zonas donde se puede medir la temperatura, pero para los niños es más recomendado tomarla en la axila, la frente o el oído.
Nosotros estamos contigo. Esto es cuestión de que pasen unos días y paciencia. Con tus cuidados y mimos todo pasará. Ya verás que en varios días volverá a levantarse con la misma alegría y energía que tanto te gusta ver.